Filosofía Realista

¿Que se enseña?

Se enseñan contenidos conceptuales propios de la filosofía realista adecuados a la edad de los niños. La secuenciación de los mismos se inicia en primer grado de manera propedéutica, educándolos en la observación y admiración de la realidad. El ocio, el silencio, la curiosidad y el gozo constituyen el camino para generar una actitud contemplativa de dicha realidad.

En segundo grado se pretende que, desde la física aristotélica, descubran la admiración como origen permanente y constante del filosofar y sefilosofia (6)

asombren de todo el cosmos, del orden, del movimiento y especialmente de la constitución de las cosas (materia y forma).

En tercer grado se los introduce en temas propiamente metafísicos como substancia, accidente, acto, potencia, las cuatro causas, la causa última de todas las cosas, como un modo de alcanzar la sabiduría -acorde a la edad-.

En cuarto grado descubren la grandeza del hombre, ahondando en la antropología. El hombre como persona, su ser substancial, su naturaleza específica, las facultades humanas, su sociabilidad y apertura a la trascendencia, son los temas que se trabajan.

filosofia (1)

En quinto grado la ética constituye el eje del programa tratando contenidos como el fin del hombre, la felicidad, actos humanos y actos del hombre, moralidad del acto voluntario, las pasiones, hábitos y las virtudes intelectuales y morales.

En sexto grado el objetivo principal es que los alumnos aprendan a pensar desde la lógica, y se abordan la lógica de la primera operación (concepto), de la segunda operación (juicio) y de la tercera operación (razonamiento).

¿Cómo se enseña?

A través de las actividades naturales de la niñez (el juego, las narraciones, el dibujo, la dramatización, etc.), se despierta la inquietud filosófica y se los guía por medio del diálogo filosófico, culminando en lo que podríamos llamar la “contemplación filosófica”. En cuanto al método del Programa consideramos que desde la Filosofía realista es posible establecer un diálogo filosófico en el nivel primario porque aquella reconoce una apertura a la realidad y un ser inteligente capaz de conocerla y “dos personas se comunican cuando participan de un mismo logos, una misma pasión, sentimiento, experiencia (…)” (Hernández de Lamas, 2008:375).

El diálogo implica escucha, silencio, contemplación, apertura, confianza, filosofia (5)recepción, amor por la verdad. Explica el Dr. Komar (2007:48) que para escuchar al otro, para penetrar sus razones, para buscar un encuentro, es necesario tener en cuenta el interés del otro. El amor es la condición de todo diálogo. Desde otra perspectiva, el Dr. Lasa (2007:82) sostiene que “el pensar es diálogo, diálogo interior del alma con el ser infinito y diálogo con los otros. Diálogo que permite que esclarezca mi ser, que me vaya conociendo a mí mismo, a Dios, al mundo.”

El procedimiento metodológico que se privilegia es la interrogación, la que “(…) presenta la ventaja de hacer pensar permanentemente, de tener el pensamiento en movimiento” (Hernández de Lamas, 2008:256). De allí que sea el método propio de la Filosofía y constituya el modo de
plantear los contenidos del programa.

¿Quién enseña?

La propuesta es que los maestros de grado, convenientemente capacitados y con verdaderos deseos de guiar por este camino a los niños, asuman esta enseñanza asesorados y acompañados permanentemente por especialistas en Filosofía. Dicho acompañamiento es central en este planteo porque la enseñanza de la Filosofía, requiere en el docente un modo de enseñar adaptado a la materia, una exposición ordenada, clara y adecuada a la filosofia (4)capacidad del discente.

Por su parte, en el discípulo se requiere capacidad para entender lo que se enseña, curiosidad, docilidad y confianza en el maestro para seguir el orden de las enseñanzas. Dado que, en nuestro caso, el discípulo es el niño destacaremos -con la Dra. Palet (2000:178-179)- que “esta etapa de la vida infantil (aproximadamente desde los 7 años de vida hasta la entrada de la pubertad) está especialmente caracterizada por el impresionante desarrollo intelectual y cognoscitivo; (…) a esta edad el niño empieza a hacer un uso más profundo de sus capacidades racionales”.

¿Para qué se enseña?

La finalidad última de nuestro Programa es, particularmente, la adquisición de las virtudes intelectuales, así como también de las morales -para que se dé realmente una educación integral-.

La adquisición de hábitos operativos perfectivos constituye el corazón de la tarea educacional. Hablar de virtudes hoy parece “antiguo”. Lo que queremos es recuperar la verdadera educación intelectual; esto es, evitar tanto el intelectualismo como el racionalismo para revalorar esa facultad propia del hombre, a fin de que la “educación intelectual integral” encuentre su fundamento genuino.

Entre las virtudes intelectuales, la suprema virtud es la sabiduría y el sumo bien del hombre es, pues, sin lugar a dudas, “la actividad excelente de la inteligencia y no de la inteligencia como quiera, sino de su más alta cumbre, de aquella que de algún modo, por participación o semejanza, es algo divino” (Gómez Robledo, 1996:134). Dicha sabiduría implica (aplicando a esta virtud las tres dimensiones del concepto de contemplación que enumera Pieper, 1974:301-302): 1º) la silenciosa percepción de la realidad; 2º) un conocer no pensante, sino mirante; y 3º) un conocer acompañado de admiración. “El ocio del descanso mental en la contemplación, que produce la fruición es, según Santo Tomás, esencial a una vida humana completa. Aún más, debería ser su centro (…). El Aquinate considera que la auténtica fruición es la del fin último” (Echavarría, 2005:229-230). Aún el niño y el adolescente pueden alcanzar una visión unitaria de la realidad, una cierta “sabiduría” según la edad y situación humana.

En esta contemplación, las virtudes morales operan como causas dispositivas: “Santo Tomás considera a las virtudes morales como dispositivas con respecto a la adquisición del saber, a partir del objeto propio del intelecto y de su modo de operar por abstracción, que es impedido por el ejercicio desordenado de las potencias sensibles y en especial de la apetitivas. Enumera entre esas virtudes dispositivas: la humildad, la sobriedad que se opone a la presunción, la certeza que excluye la duda, la simplicidad, caridad, dilección, liberalidad en la comunicación de la verdad” (Vázquez, 2001a:143).

Podemos concluir, entonces, que si la Filosofía es Sabiduría y contiene todo lo verdadero y bueno que puede alcanzar el hombre, constituye un auténtico camino para la educación intelectual y esperamos, de esta manera, recuperar el verdadero sentido de la formación de la dimensión cognoscitiva del hombre para hacer que las comunidades educativas se conviertan, como dice el Dr. Lasa (1996), en verdaderos Centros de Sabiduría donde la Teología ocupe el sitial de honor, sea realmente la Reina de las ciencias, y la Filosofía, como fiel herramienta de ésta, nos posibilite entender los principios a partir de los cuales se estructura la cosmovisión del mundo. Somos conscientes de que es en la plenitud de la vida cuando puede alcanzarse este alto grado de sabiduría; sin embargo, creemos firmemente que desde la niñez se puede suscitar esta disposición para el conocimiento de la realidad.

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